jueves, 25 de septiembre de 2008

Encuentros


La suerte sigue de mi lado. Ayer, tras unas coca-colas con una pareja de americanos, Amit -mi profesor de yoga- y su hermano, en las que básicamente nos enseñamos palabras malsonantes en nuestros respectivos idiomas -¿por qué siempre acaba sucediendo lo mismo cuando conoces a gente de otras nacionalidades?-, me encontré con Alberto. Era hora de cenar, así que decimos ir en busca de un lugar en el que poder hacerlo. Y de repente, en aquel restaurante, lo vi: Mauricio. Muchos no sabréis quién es, pero se trata de uno de esos nuevos-viejos amigos que encontré por el camino. En Risickesh, concretamente; hace un mes, para ser más exactos.

Lo celebramos subiendo al terrado de mi casa a echar unos pitillos y mirar las estrellas. Y es que es para celebrarlo. Es lo más parecido a un amigo que puedo encontrar aquí, en Asia -con la excepción de Oscar y Matt-. Ya nos conocemos, ya tenemos superada esa etapa tan cansina de preguntas típicas al estilo de “¿de dónde eres?”, “¿a dónde vas?”, “¿de dónde vienes?” y ¿“por cuánto tiempo viajas?”. Y creedme, es un alivio.

(Hoy, he tenido otro encuentro digno de ser contado. Se llama Jan, es de Vic y lleva dos años y medio viajando con su caravana. Y sólo está en el ecuador de su viaje. Mamá, para que veas: los hay que están peor que yo.)

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