lunes, 28 de septiembre de 2009

Vientos de cambio

Los huelo cada tarde entre las ráfagas que baten las palmeras a pie de mi balcón. Los huelo en los adioses, en las mudanzas, en los billetes de avión que llevan en su lomo mi destino. Los huelo entre las gotas que golpean con fuerza los cristales de mi habitación. Los huelo en las ausencias, en los silencios, en los besos cruzados entre un barco, el puerto y mi reloj. Los huelo en el vuelo de mi pelo, en la velocidad de una moto surcando las carreteras de la indiscreción. Los huelo en las llamadas desatendidas, en las mañanas sin despertador, en los días vacíos de trabajo, en el todavía estar aquí y sentir que ya no estoy.

Llegó el monzón. Y con él, las carreras por abandonar la isla cuanto antes mejor. Y las calles desiertas y las despedidas en el puerto cada día y el dejarlo todo listo para cuando vuelva el sol -y todos regresemos de nuestro letargo europeo, de las comilonas, de las fiestas con los amigos, de las sobremesas en familia, de las pilas recargadas, de un nuevo adiós -. Llegó el monzón. Y con él, un nuevo paréntesis en mi vida. Acabo de comprarme una moto, me mudo de casa en dos días, ayer me despedí de una amiga, mañana daré la bienvenida a un amigo, luego me iré de vacaciones a la otra cosa, regresaré a Tao a recoger cuatro cosas, sumaré varias decenas de adioses a mi lista de nostalgias y partiré en busca del calor. Del calor de los míos. Porque en octubre, en España, no creo que me esté esperando el sol.

Abro un nuevo paréntesis (que se abre y que se cierra con la llegada del monzón). Koh Tao se queda desierta: me voy incluso yo.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Nostalgia adelantada

Término que acuñé hace varios años para designar un sentimiento algo extraño que se da cuando, aún y todavía disfrutar de eso que en breve vas a perder, ya lo estás echando de menos. Unas vacaciones escolares la semana antes de que a uno se le acabe lo bueno. Un viaje durante sus últimas horas. Un amigo que se va a vivir lejos. Una velada romántica. Un fin de semana cuando el domingo por la tarde empiezas a darte cuenta de que ya se acaba. Un verano. Una siesta. Una isla tropical cuando uno tiene un billete de ida y vuelta a España.

Desde que reservara mi vuelo, Koh Tao se me atoja mucho más bella, más dócil, más auténtica, más sensata. Y en parte es porque el sol vuelve a brillar de nuevo. Porque estoy ganando dinero. Porque he encontrado una nueva casa. Porque adoro a mi amigos. Porque alguien me ha propuesto ir a trabajar a la otra costa. Porque me he dado cuenta de que no puedo hacerlo. Porque he vuelto a bucear con tiburones ballena. Porque estoy volviendo a vivir emociones. Y porque tengo un billete de regreso a casa.