jueves, 11 de febrero de 2010

Instrucciones para ahogarse en un vaso de agua

Materiales necesarios: un vaso, un buen chorro de agua, un par o tres de problemas, mucha imaginación, pocas ganas de sonreír, una pizca de autocompasión, un montón de mierda en la que revolcarse a gusto del consumidor, capacidad para hacer montañas de granos de arena, un puñado de odio hacia uno mismo y un algo de mala leche que revote irremediablemente en las narices del emisor.

Para ahogarse en un vaso de agua lo único que debe hacerse es dejar de nadar. Lo único que debe hacerse es atarse un par de plomos a los pies y quedarse muy quietecito mientras el azul lo inunda todo -los bronquios, los pulmones, las cuencas de los ojos, los huecos de las uñas, el puente del paladar-. Lo único que debe hacerse es darse por vencido, meterse en la cama y no querer despertar. No coger el teléfono. Cerrar los ojos, no buscar tierra, no dejarse ayudar. Lo único que debe hacerse es levantarse por las mañanas cerciorándose bien de que el primer pie que se apoya va a ser el izquierdo. Poniendo cierto empeño en contestar muy mal a la gente. Esforzándose bien en pensar en negativo durante toda la jornada y sepultar cualquier tipo de pensamiento positivo que pudiera aparecer bajo un montón de sandeces, despropósitos e improperios varios. Asegurándose de crear una buena espiral de mierda de la que no sea fácil salir. Lo único que debe hacerse es regalar grandes dosis de energía vomitiva a todo el que se nos acerque a más de cuatro metros de distancia. Arrastrar los pies al caminar. Mirar al suelo. Cerrar a cal y canto todas las puertas que se nos puedan abrir. Resoplar al caminar por la calle. Poner muecas. Mirar mal a todo el mundo. Que a nadie le quede ninguna duda de que uno está fatal. Llorar de noche -llorar con ganas-, dormirse ahogado en las propias lágrimas después de haber rechazado mil y un planes para distraerse y salir. Mirarse al espejo por las mañanas y repetirse un millón de veces que todo es negro. Todo es negro. Todo es negro. Sepultar cualquier atisbo de gris en la propia oscuridad.

Si se siguen estas instrucciones al pie de la letra, el éxito está asegurado. Nos ahogaremos. Porque cuando uno no quiere ver la luz al final del túnel, no la ve. Porque uno es dueño de sus propios actos. Porque uno puede llorar teniéndolo todo o sonreír aunque no tenga nada. Mis problemas son hoy los mismos que ayer (con alguno de más, de hecho, que estoy en racha y cada día suma a mi vida una nueva preocupación) y, sin embargo, ya me he levantado de la cama, ya sonrío, ya vuelvo a ver el rosa despuntando entre el negro y el gris. 

Porque en lugar de de ahogarme en un vaso, he decidido vaciarlo un poco y verlo medio lleno.