sábado, 20 de septiembre de 2008

Siddhartha

Javier hizo 7.000 kilómetros simplemente para regalarme Siddhartha. Ayer finalicé su lectura -mientras diluviaba ahí fuera y las gotas furiosas le ponían banda sonora a cada página-. Y me pareció que hablaba de mí y de la decisión de quedarme en Asia. De buscar y de encontrar, de mantenerse al acecho de nuevas preguntas siempre -nuevos retos, nuevas sensaciones, nuevas experiencias, nuevos brillos en la mirada- o de simplemente esperar a que la respuesta fuera al encuentro de uno sin buscarla. Siddhartha encuentra la paz cuando ya no la busca; Govinda -el que siempre busca- acaba por no encontrar nada. Bonita metáfora. Puede que sea cierta y que en el empeño de buscar, pase por alto mil cosas que la vida me pone delante sin saber apreciarlas. Quizás en alguna de ellas estaría mi felicidad, pero me la pierdo por no haber sido capaz de pararme a mirarla. Por las prisas, por ansiar más, por no querer que siendo barquero me alcancen las canas.

¿Hermann Hesse habla de mí? Prefiero pensar que no. Que el que busca, encuentra; que el que sólo espera, no halla. De lo contrario, poco sentido tendría lo que estoy haciendo. ¿O estoy en camino constante en búsqueda de nada? Bien pensado, quizás. Lo dije no hace mucho: soy de las que disfruta del camino sin importarle la meta ni lo que le espera al final de la jornada.

Ojalá me encuentre un día un río y me hable al oído como le ocurrió a Siddhartha.

Prólogo a un viaje comenzado

Este blog se inicia en el medio de algo. El pistoletazo de salida lo pone Dharamsala, un pequeño lugar en el mundo situado en algún punto del Himalaya. No es mi primer destino transoceánico, ni siquiera es el primer enclave de este último viaje que ya hace dos meses que me tiene por India y Nepal deambulando. Hubiera sido más fácil que viaje y blog hubieran ido siempre de la mano. Pero mi blog ha decidido nacer ahora -tras más de un año en el continente asiático-. El por qué, puedo intuirlo: porque lo que hasta ahora eran viajes de ida y vuelta, con fecha de caducidad impresa desde el mismo momento de iniciarlos, es hoy una duda eterna, unos puntos suspensivos que no hallan la certeza, un no saber ni cómo, ni hacia dónde, ni hasta cuándo.

Cruzo un puente sin destino. El final es invisible. Quizás no haya nada; quizás haya algo.