martes, 13 de enero de 2009

Koh Lipe o la isla soñada


Fue por pura casualidad. Cuando menos me imaginaba descubriendo nuevos rincones de Tailandia -por lo que ya he comentado en otras ocasiones de mi tendencia actual a viajar menos y vivir más-, fui a parar a Koh Lipe. Me habían hablado bastante de esta isla situada muy al sur del país -casi tocando Malasia- pero jamás nadie lo había hecho con el suficiente entusiasmo, con una carga de emoción que hiciera justicia a su silueta, a su playa y a sus increíbles aguas. Nunca imaginé que valiera tanto la pena como realmente la vale.

Qué maravilla de lugar. El color del mar es lo primero que invade la escena: tan azul que parece que hayan vertido en sus profundidades toneladas de acuarelas. Y luego están los cocoteros de siempre y los pinares de nunca a pie de playa -tan atípicos en el trópico y que tanto me recuerdan a casa-. Y la vida tranquila, relajada, de isla que todavía no está explotada al nivel de muchas otras en Tailandia. Y los enormes corales de colores, los peces de todo tipo, las anémonas con sus nemos, las tortugas, los tiburones, los caballitos de mar tan sólo haciendo snorkel cerca de la playa. Y el viento asalvajado que vuelve a uno loco cuando sopla y el silencio de después y el viento de nuevo... y yo mecida en nuestra hamaca.

Vinimos por un par de días –Javi, Aitor y yo- y nos hemos quedado una semana. Mañana toca volver a la vida real -¿real?- de Koh Tao y empezar los proyectos que decidí llevar a cabo en ella. Aunque Koh Lipe me ha gustado tantísimo, que incluso me planteo ir sólo a recoger mis cosas y volver aquí para ponerlos en práctica en otro escenario, con un decorado más azul, más salvaje y más solitario.

Seguiré pensando.