domingo, 22 de noviembre de 2009

La Alquimista

Así me siento hoy. Como el protagonista del best seller de Coelho pero en femenino. En el punto de partida. En el inicio -que es a su vez meta y camino-. Y esa es la novedad: que en mí nada es definitivo. Que soy consciente de que quizás todo esto sea otra ilusión, una nueva falacia de mis sentidos, una nueva sinrazón, el pistoletazo a un nuevo delirio.

A veces hace falta irse a Egipto para descubrir que el secreto estaba en Huelva. A veces, necesitamos llegar hasta Tailandia para querer regresar a Barcelona. Para descubrir que ni esto era tan malo ni aquello tan idílico. Y no se trata de un paso hacia atrás, de un retroceso, de un reset hasta el principio. Para nada. El periplo es condición sine qua non para descubrirlo. No lo sabría si jamás me hubiera ido. Si me hubiera quedado en Barcelona escudada por mis miedos, Koh Tao seguiría siendo mi destino -eterno, aplazado, inminente u onírico-.

Me apetece quedarme. Y no voy a irme sólo porque tenga un billete de avión con mi nombre en el que dice que pasado mañana estaría en Koh Tao. Me apetece quedarme. Y voy a hacerlo. Sabiendo que eso puede cambiar en cualquier momento. Que Barcelona quizás es bella sólo porque llevaba año y medio lejos. Que quizás esté inmersa en una nueva trampa del destino. Que no hay certeza en mis palabras, sino un nuevo fluir con el viento. Un comulgar nuevamente con el lema “caminante, no hay camino…”.