domingo, 21 de diciembre de 2008

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad...


Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... no te lo acabas de creer.

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... parece lo más normal del mundo aunque sepas que no lo es.

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... te repites a tí misma “estoy aquí”, “estoy aquí”, “estoy aquí”, para acabarte de convencer.

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... miras al horizonte y respiras hondo para dale mayor trascendencia al momento -único- que estás viviendo.

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... sonríes –sonríes mucho-, pero quizás menos de lo que pensabas que ibas a sonreír cuando estuvieras en ese lugar.

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... te das cuenta de que ir descalza todo el día sigue siendo un auténtico placer y que en eso no habías exagerado nada.

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... desmientes la frase de Sabina que reza “donde hayas sido feliz no debieras tratar de volver”

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... te sorprendes saludando a gente que hacía nueve meses que no veías como si los hubieras visto ayer.

Cuando lo que llevabas tiempo soñando se convierte en realidad... necesitas que tu cabeza aterrice donde ya ha aterrizado tu cuerpo.

Mi cuerpo está en Koh Tao -por fin-; mi cabeza no lo sé. Va unas horas por detrás, haciendo gala de un curioso jet lag que ya me conozco bien. De repente, mañana o pasado, veré la playa de aguas turquesas por la que he paseado tantas veces y caeré: ESTOY EN KOH TAO. Lo sentiré en toda su dimensión -que es mucha-. ¿Cuántas noches habré evocado este lugar desde el recuerdo? ¿Cuántos días habré dibujado su silueta en mi mente con el único objetivo de escapar de la realidad? ¿Cuántas veces habré pronunciado su nombre con brillo en los ojos y la boca llena de ilusión?

Muchas, muchísimas. Tantas... que sé que aunque TODAVÍA no lo sienta, este es, hoy por hoy, mi lugar.