domingo, 12 de octubre de 2008

Olga al cuadrado

Olga al cuadrado, sí. Y por dos motivos: porque estoy más Olga que nunca, más transaparente, más sincera, más yo misma en mi pequeño mundo tailandés que no entiende de superficialidades, aparencias ni dobles caras; y por que desde ayer somo dos Olgas y no una, yo y la otra, mi amiga, la que ayer aterrizó en Bangkok para venirse conmigo al campo de refugiados Karen como voluntaria.

Así que somos dos Olgas en Bangkok. Dos Olgas y dos Pepes. Cachondo. Parece que no haya más nombres en España. Me encontré con mi amigo mallorquín (de nombre Pepe) en Kao San por casualidad y con él conocí a otro madrileño del mismo nombre. Ahora vamos juntos los cuatro y cuando nos llamamos parece un chiste. Chou, la quinta en discordia -una chica de Taiwan a la que todos confunden por tailandesa- no entiende nada.

Tal y como pronosticaba a mi llegada, las sensaciones, los recuerdos y los flash-backs se han ido sucediendo sin parar en los casi cuatro días que llevo en mi lugar en el mundo -otro homenaje más a Javier-. He regresado a Chatuchack Market, he vuelto a montar en tuk-tuk y en moto-taxi, he comido gusanos fritos y hormigas con cebolla, he picoteado en la calle -esas brochetas tan buenas, esos pad thai, esos mango sticky rice que tanto he echado de menos-, he vuelto a arrastrar la última "a" de kapunkaaaaa con sonido nasal imitando a los locales, he tomado el sky train, me he dado un Thai Massage por cuatro euros, he hecho el mismo paseo en barca por los canales de la ciudad que hice en mi primer día de mi primer viaje a Tailandia. He revivido momentos, personas, sentimientos, miedos, ganas, realidades.

Bangkok es mi presente, pero me cuesta discernirla del pasado.