miércoles, 17 de marzo de 2010

Algo diferente

Hacía mucho -demasiado- que no escribía poesía. Que no afilaba las tijeras para recortar frases, que no disponía los mares de palabras en columnas, que no sentía las sí-la-bas como ritmos africanos. Esto es sólo un borrador, una prueba, un intento de reconciliación con el pasado.

I

Llueven celos tartamudos de la luz que amarillea
en las lagunas fúnebres de tu memoria.
Y no llora quién subyace bajo el sueño,
pompas de jabón que en vano pesan
sobre la alfombra histérica de las horas.
“¿Quién es?”, preguntó el que más sabía,
“No sé”, respondió el filo de una espada.
Y en el pálpito a traición de una trastienda.
un verso goteó blanco de savia.

II

Sucedió un enero con sabor a domingo
de un martes con visos de verano.
Era uno de esos días sin equinas
que resbalan sobre la superficie del mundo
y anochecen entre los dedos de las manos.
Sucedió como por arte de acuarela
de Rubens,
como por casualidad insensata,
como parpadeo incrédulo de mejillas coloradas.
Sucedió de puntillas y descalzo,
vestido para la mayoría,
desnudo para los que llevamos las gafas de sastrecillo valiente
que perforan las telas y se hincan en el alma.
Sucedió y mientras acontecía me di cuenta de que estaba pasando.
Supe que era Él,
que la otra mitad de mi luna
-con sus cicatrices, sus vacíos, sus depresiones, sus montañas-
había llegado.

III

Me aburría
y abrí el armario cerrado a arena y cal de la memoria:
vi auroras de neón dominicales
junto a zapatos de cristal que me van grandes
y besos de portal que nunca entraron.
Vi a los cuatro puntos cardinales
tomando gin-tonics de Hendrick’s en el Jamboree,
llevándome a perder el norte.
Vi tus sueños y mis ganas,
tus miserias, mis manías, ese anillo
que me regalaste con una fecha que ya no recordaba.
Vi un mapa mundi desplegable,
con cruces en los países que aún no he visitado,
mi huella de carmín sobre Tailandia,
una lágrima en lugar de tu casa y de tu nombre.
Vi una loción solar, las sábanas de la primera vez
que me dejaste,
un libro de García Márquez,
un reloj que se cansó de contar horas,
un accésit y una medalla de bronce.
Te vi a ti
y te dejé encerrado en el armario.