Voy a hablar de religión y política. Aviso. De religión, política y esperanza. De cuando las cosas se hacen bien. De cuando las misas no aburren y de cuando un político ilusiona. De cuando el lujo del Vaticano queda lejos. De cuando alguien apuesta por el cambio. De cuando un cura lo deja todo para dedicar su vida a África. De cuando un presidente con un país arrasado empieza por hacer llegar electricidad y agua (en lugar de prometer imposibles). De cuando se regalan condones para paliar el sida independientemente de lo que diga el Papa (conste que no hablo por los hermanos, a los que no me he atrevido a preguntárselo). De cuando los poderes se hallan cerca de la gente. De cuando el que manda no beneficia sólo a su tribu. De cuando la bondad gana a la jerarquía. De cuando despiertas un día y te das cuenta de que en la iglesia y la política, como en todo, hay gente buena y mala.
La celebración fue una misa multitudinaria al aire libre, seguida por una sencilla comida en un conocido hotel de Makeni. La ceremonia religiosa -entre cocoteros, con coro de gospel africano y danzas- nada tiene que ver con las que languidecen en las iglesias de España. Y no fue sólo ésta por tratarse de una ocasión muy especial; he asistido a dos misas en el hospital y el desarrollo es básicamente el mismo. El sopor deja paso a la alegría, los sermones no generan miedo y la gente se entrega en cuerpo y alma. Hay colores, bailes, tambores, niños jugando en las esquinas, canciones, luces y palmas. Sentada entre ellos no puedo evitar pensar que si en el resto del mundo la religión se alejara de las altas esferas y bajara a la tierra un poco, que si las iglesias no fueran oscuras y tristes, que si se modernizaran un poco y vieran las necesidades reales de la gente, quizás habría más fieles y menos insurrectos.
Existe un grupo en Facebook que reza algo así como “Cambio tesoros del Vaticano por comida para África”. Los tesoros siguen sin estar a la venta, pero la comida ya está llegando. Muchos son los religiosos que se han bajado de sus tronos para hincar bien los pies en el terreno. Yo, aunque escéptica y agnóstica reconocida, sólo puedo felicitarlos. Chapeau por ellos.