martes, 12 de octubre de 2010

Cooperación para principiantes

Hermanarse con un hospital africano no es sencillo. Pero tanto a San Juan de Dios como a las personas que forman la Orden les gustan los desafíos cuando saben que pueden ayudar. “Cuándo acabé la carrera de medicina, en seguida decidí venir a África”, me cuenta el hermano Manuel mientras apura una plato de kasaba con arroz. “¿Dónde pueden necesitar más que aquí nuestra labor?”, pregunta sin esperar respuesta.

El hermanamiento entre ambos hospitales supone una relación de colaboración mutua. Si bien es San Juan de Dios en Esplugas el que tiene los recursos y Saint John of God en Mabesseneh el que los necesita, el lazo que los une no debe ser paternalista ni unilateral. “Ello únicamente serviría para crear más necesitad”, me explica el hermano Fernando. Y es que en África debemos ir con pies de plomo. Cualquier decisión que se tome debe haber estado puesta en tela de juicio varias veces y, sobre todo, analizada desde una perspectiva local. Nuestras todopoderosas soluciones occidentales pueden no tener espacio en el África actual. Por ejemplo, ¿de que serviría hacer test de diabetes si aquí no tienen insulina para tratar la enfermedad? ¿Y comprar un TAC si ningún profesional sabe leer los resultados? ¿No habrá otras necesidades más inmediatas? Construir la casa desde los cimientos o por el tejado: he aquí la cuestión.

Montse Renom lo ejemplifica con un caso real referido a la transmisión del VIH por lactancia materna. En los países occidentales substituyen la leche de la madre por leche artificial con el fin de paliar la infección vertical del virus. “Y diversas iniciativas provenientes de occidente que han querido exportar esta fórmula hasta el continente africano han fracasado estrepitosamente ”, explica la doctora. El problema es que nos movemos en realidades muy diferentes. “En primer lugar, si un programa en el que se ofrecen biberones y leche artificial a las recién estrenadas madres se interrumpe, éstas ya no pueden alimentar a sus hijos puesto que se les ha retirado la leche del pecho”. Y algo que se ha hecho por ayudar, acaba por entorpecer. Además, en países de este tipo existe una escasez de recursos que debe tenerse en cuenta. “Si las mujeres preparan el biberón con agua que no es potable, por ejemplo, puede ser peor el remedio que la enfermedad”. Existe también una realidad cultural que debe ser contemplada en el momento de iniciar un programa de este tipo. En África la lactancia artificial no es común ni está socialmente aceptada. Muchas mujeres la rechazan simplemente porque no forma parte de su modo de proceder habitual o, en algunos casos, porque en caso de dar el biberón al bebé tanto el marido como la familia sospecharían que está infectada. “Así, las mujeres les dan a sus hijos el biberón cuando están solas y el pecho cuando están en compañía, cosa que según estudios recientes provoca que aumente el riesgo de contagio en lugar de disminuir”, concluye la doctora.

San Juan de Dios se separa rotundamente de esta vía y apuesta por el trabajo de campo en el que sus profesionales conocen muy bien la realidad local. Además, rechazan enérgicamente el asistencialismo y apuestan fuerte por la formación. “Dárselo todo masticado no es la solución, sólo sirve para crear lazos de dependencia muy poco sanos”, comenta el hermano Fernando Aguiló. El objetivo es precisamente el opuesto: “Les ayudamos en todo lo que está en nuestras manos pero animándolos a que se impliquen en los procesos, enseñándoles cómo hacerlo mejor, intentando que generen iniciativas propias”. Y cuanto más terreno van tomando los responsables locales, más terreno va soltando San Juan de Dios. La finalidad última es que llegue un día en que puedan caminar solos.