jueves, 29 de enero de 2009

Mi casa


Al final no fue la casa que queríamos -el thai, como bien intuía, nos la jugó-, pero ha sido otra todavía mejor. Dos habitaciones, cocina, lavabo y un porche inmenso en el que tumbarse leer o a ecribir, echarse la siesta o tomar el sol. Pero lo mejor es la paz del lugar, la imagen de postal hasta donde alcanza la vista, las decenas de cocoteros por todas partes, el verde, el azul, los gekos, el viento silbando, el sonido de un coco al romper contra el suelo.

Esta será mi primera noche en la primera casa de alquiler a mi nombre. Y en Koh Tao. Si me lo dicen hace dos años -o dos meses- no me lo creo. La vida no dejará nunca de sorprenderme. Y creo que es porque yo también sigo sorprendiéndola.