jueves, 21 de octubre de 2010

Vivir sin luz

Vivir sin luz es vivir en un mundo que en nada se parece al nuestro. Vivir sin luz es hacerlo en las tinieblas, en los días cortos que acaban cuando cae el sol, en la previsión que te lleva a no dejar nada por hacer para después del ocaso. Vivir sin luz es tener que echar mano de las hogueras -como si de la prehistoria estuviéramos hablando- o de las lamparitas de petróleo que apenas iluminan débilmente la cara de tu interlocutor.

Vivir sin luz en un hospital es prácticamente imposible. Los médicos necesitan ver y la maquinaria necesita corriente para poder funcionar. Saint John of God palía la falta de electricidad con generadores propios que permiten un funcionamiento más o menos óptimo del hospital. Se encienden de nueve de la mañana a tres de la tarde, horas que se aprovechan para realizar las operaciones quirúrgicas, abrir los consultorios y pasar visita a los pacientes ingresados. Durante la tarde, luz y actividad se apagan. Y al anochecer, a eso de las siete y media de la noche, la electricidad vuelve a ponerse en marcha para contrarrestar la oscuridad natural de la sabana. Las limitaciones que ello genera en el hospital son evidentes. Y de ahí a la nueva iniciativa que está a punto de cambiarlas.

Cuando el hermano Fernando Aguiló recibió el premio Josep Parera -consistente en una importante suma de dinero- no se lo pensó dos veces: lo invertiría en paneles solares que permitieran disponer de electricidad ininterrumpida -aunque en un inicio será mixta: dieciséis horas de energía solar y ocho procedente de los generadores-. No era la primera vez que una solución así tenía lugar en el hospital. “Durante la guerra disponíamos de placas solares para dar servicio a nuestros pacientes”, recuerda el hermano. Sin embargo, cierta noche alguien las robó y no quisieron reponerlas. “En el fondo, ya nos iba bien no tener luz en aquellas circunstancias”, apunta. “La luz podía atraer a los rebeldes que, sin saber que era generada por un sistema de energía solar, acudirían en busca de petróleo”, termina.

Nueve años tras el final de la guerra y con el dinero necesario en el bolsillo, San Juan de Dios ha considerado que había llegado el momento de instalar los paneles de nuevo. El contenedor que los ha trasportado desde España ya se halla en Freetown, desde donde viajarán a Lunsar una vez obtenidos todos los permisos necesarios. Se prevé que ello suceda antes de Navidad. Gran regalo el que traerán los reyes este año.

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