domingo, 21 de septiembre de 2008

El extraño

Hace tres días que lleva sucediendo. Me siento a desayunar en la terraza de mi guest house y aparece él. No sé su nombre, ni su nacionalidad, ni a qué se dedica, ni qué le ha traído hasta este lugar del Himalaya. Pero me gusta. Me gusta por como toma la taza de té con la mano derecha, mientras con la izquierda sostiene un libro que ojea distraído -que yo imagino de Hegel o Nietzsche, aunque lo más seguro es que sea Coelho, tan de moda por tierras asiáticas-. Me gusta por como detiene su lectura de tanto en tanto para perderse por unos instantes -que a menudo se dilatan convirtiéndose en minutos- en la inmensidad verde de las montañas -sólo le falta expulsar el humo del cigarrillo que no fuma con mirada contemplativa para que yo caiga ciegamente enamorada-. Me gusta por su barba de varios días, por su media sonrisa, por como me mira de reojo -estúpido juego entre humanos-, por sus canas.

Jamás sabré su nombre y no me importa. Me basta con saber que si lo supiera se acabaría la magia.

No hay comentarios: