martes, 16 de octubre de 2012

Cuando lo etéreo se hace carne

Aunque nunca he sido una romántica de manual, he pasado media vida imaginando cómo sería el hombre de mi vida. Fantaseaba con la forma de sus manos, me preguntaba si su voz sería grave, si vestiría de sport o con traje, qué perfume le acompañaría a donde fuera, si dormiría de lado a boca arriba. Pensaba qué día celebraríamos nuestro aniversario, si sería de los que se acuerda o de los que se olvida. Esbozaba sus hombros y sus labios. Le inventaba nacionalidades, patrias y banderas, hobbies, profesiones, edades, religiones y manías. Las opciones eran tantas que me angustiaba no saber reconocerlo cuando nos encontráramos en una calle a media noche, en el metro en hora punta, en una plaza al mediodía.

Hoy han germinado las certezas donde antes únicamente había curiosidad y preguntas. Hoy ya sé cómo mira, cómo huele y cómo ama el hombre al que le confío mi presente y mi futuro, el hombre al que le entrego mi castillo de naipes sin miedo a que lo hunda.

 Lo etéreo no podría haberse combinado de mejor modo.

2 comentarios:

Nemo dijo...

Ahora es cuando habría que preguntar si prefieres el misterio o la certeza, más que nada por tu querencia a comerte el tarro, jajaja ;)

Me alegro mucho de saberte tan bien acompañada!

Olga Moya dijo...

Jajajajajaja! Alucinante lo bien que me conoces! ;) Lo de si prefiero la certeza o la duda da para tres docenas de posts, efectivamente! Beso enorme princesa!