miércoles, 19 de noviembre de 2008

Lahu Village Yoga and Massage Course (Segunda Parte): el ecuador


Ayer cruzamos el ecuador. Nos movimos del Trópico de Capicornio al Trópico de Cáncer en el contexto del curso de masaje tailandés. Tras cinco jornadas entrenando diferentes partes del cuerpo (piés y líneas de las piernas el primer día, ejercicios con una pierna el segundo, ejercicios con las dos el tercero, estómago, pecho, barazos y manos el cuarto y side position el quinto), ayer tocaba simplemente practicar. Nos empleamos a fondo toda la mañana, colocados por parejas dimos y recibimos un masaje de dos horas cada uno. Y por la tarde, después del almuerzo y con los deberes hechos, tomamos un jeep y nos fuimos de excursión a las cascadas. Encendimos un fuego, nos bañamos y nos sentamos a su alrededor para calentarnos después. Luego bajamos a la ciudad más cercana, donde el simple hecho de comer pollo –después de tanta dieta vegetariana- o de poder entrar en un Seven Eleven para comprar chocolate parecía un milagro –yo cargué la bolsa con chocolatinas de todo tipo, ya os podéis imaginar, estoy servida para los próximos seis días en el poblado Lahu-. Me gustan estas temporaditas de abstinencias varias que luego te llevan a apreciar los pequeños placeres mucho más. Creo que es algo que todos deberíamos llevar a cabo de vez en cuando. Aunque sé por experiencia que cuando se está en la comodidad de la propia casa es complicado de probar.

Tras el paseo por la ciudad, el abastecimiento de provisiones y el ejercicio de engullir cuanta más carne mejor, nos movimos a unos hot springs no muy lejanos. El lugar era turísitco de cojones, por lo que no triunfó demasiado, pero aprovechamos el rato para comer un poco de cerdo rustido más. Hoy tengo dolor de barriga. Y no me extraña.

Ya de camino hacia la aldea Lahu, Oliver –un assistant alemán-, Nicolas –el chico californiano-, Roman –el francés- y yo, nos apeamos en una Guest House de la zona para jugar al billar. Fue divertido. Bebimos cerveza y nos retamos a ver quién era peor. Gané yo, no cabe duda. Y sin embargo, según las reglas del juego, también vencí en todas las ocasiones sobre la mesa de pool. La suerte del principiante, dicen. O quizás simplemente que el resto estaban demasiado borrachos como para apuntar.

Hemos cruzado el ecuador. Quedan seis días más. Ojalá se aternizaran. Me siento muy a gusto aquí.