lunes, 24 de agosto de 2009

En Koh Tao cada día es sábado

Hacía mucho que quería hablar del transcurso del tiempo en Koh Tao. Desde que llegara a aquí, desde que decidiera instalarme, desde que empezara a experimentar como los días me daban esquinazo, como los minutos se comían la luz del día sin tiempo para acostumbrarme a la oscuridad, como los segundos volvían loco a mi reloj, como los meses se relevaban sin descanso en una carrera en la que la última siempre era yo.

En Tao, el tiempo discurre a otro ritmo. Eso es algo que os diría todo el que haya vivido aquí. ¿Pero, por qué? Sigo sin tener la más remota idea, pero a falta de tiempo para reflexionar (si de algo carezco en Koh Tao, tal y como vengo diciendo, es precisamente de eso), decido escribir sobre la obviedad. El tema es que cada vez que miro el reloj en esta isla -siempre, siempre, siempre- aparece en su pantalla la abreviatura “SA”. Sábado, again. Me sonrío y me desespero un poco. Todo a la vez. Otra semana más que se nos va (con sus siete días, sus ciento sesenta y ocho horas, sus alegrías, sus penas, su cervezas en la playa, sus noches tranquilas enfrente del televisor). Otra semana más en mi cuenta de la vida, una semana menos para morder la tierra, una semana menos para reunirme con los gusanos del más acá.

Asusta. Que el tiempo vuele asusta. Y me da tranquilidad. Asusta porque yo no quiero envejecer, como buena Peter Pan. Me calma porque sé que cuando el tiempo corre tras las manillas de mi reloj es porque rozo con las yemas de los dedos las curvas de la felicidad. Cuando la vida pesa, el tiempo también. Cuando la vida es ligera, el tiempo pasa de puntillas a toda velocidad.

Y quizás también sea porque aquí oscurece pronto, porque el concepto fin de semana no existe, porque los días son reversibles, porque cada uno podría intercambiarse por el anterior. O porque no hay estaciones, ni Navidad, ni vacaciones, ni rebajas, ni nueva temporada en la programación.

Sea por lo que sea, mi tiempo vuela. Y yo -en lugar de resistirme- me estoy cosiendo unas alas a la espalda para volar con él.