domingo, 28 de noviembre de 2010

Del sushi a las tapas

Todavía no te había visto y ya sabía que te iba a querer.

Intuición.

Sexto sentido.

Amor pre primera vista.

Luego te vi -una tarde de primavera en la que no supe seguir prescindiendo de tí- y pensé que envejecería contigo. No sé exactamente cuándo tuve la certeza de que eso iba a ser así

-no sé si todavía la tengo-,

algo me lo susurró al oído mientras tú seguías ajeno a mis alucinaciones ante aquel plato de sushi de salmón.

Era como si te conociera de toda la vida y en realidad no sabía quién eras.
Era como si tu olor me atrapara sin darme opción a escapar.
Era animal y primigenio.
Eran tu piel y tus ojos.
Era tu respiración pausada a media noche,
tus tatuajes rodeando mi cadera,
tu cuello dibujando mi almohada.

Eras tú.
Eras, eres y seguiste siendo
-en Barcelona, en Sudáfrica, en India y en Koh Tao-.

A distancia y cara a cara.
En la calle y por teléfono.

Fluíamos llevados por el viento hasta que alguna montaña -nacida de un pequeño grano de arena- nos obligaba a parar. Creíamos que lo nuestro era posible y, tras sacudirnos las rodillas, volvíamos a volar.

(Yo ya no sé si lo creo)

Cosquillas
Besos
Gintónics

Sábanas y sudor

Notitas por la mañana.

Risas
Lágrimas
Desayuno para dos
Mis ganas
Las tuyas
Reproches
Nuestros sueños
Y un despertador

Hasta las tapas de ayer.
Hasta el amanecer de hoy.