viernes, 5 de diciembre de 2008

Encuentro en Bangkok


Ayer a las seis de la mañana aterricé en Bangkok procedente de Chiang Mai. Demasiado tarde para vivir los famosos altercados; demasiado pronto para presenciar la elección del nuevo primer ministro -el próximo lunes-. Otra vez será. Pero tenía dos cosas mucho más importantes que hacer: 1) renovarme el pasaporte español, que me expira en nada, y 2) ver a Virginia, mi colega de Barcelona, ex directora de la revista que yo dirigí después, ex compañera de domingos de cafés y resaca en el Borne junto con Bárbara y Ágata, y actual vecina de arriba residente en Beijing.

Estuvo genial. La llevé de paseo por la ruta de los recados de Olga -cuando llego a Bangkok siempre aprovecho para resolver problemillas pendientes, que ésta vez fueron lo del pasaporte y arreglar el ordenador-, para acabar chafardeando el mercadillo turístico de Khao San Road, sentándonos ante algo de thai food y tomando unas Tigers y Singhas con las que brindar.

Con Vir ya son ocho las personas totalmente sacadas de contexto que reencuentro en este viaje por tierras asiáticas -con el uno tenemos a Matt, con el dos a Jorge, con el tres a Oscar, con el cuatro a Javier, con el cinco a Guillermo, con el seis a Cris y con el siete a Olga-. Se trata de personas de muy diversas prodecencias, que conozco por vias muy diferentes –los hay de Barcelona, de Madrid, de otros viajes, de toda la vida, de curro, de fiestas, de cafés-, pero con las que he coincidido en los últimos cuatro meses en alguna esquina de India, Tailandia o Nepal. Me encanta. Es como recuperar algo de mi pasado, de mi cotidianeidad.

Con el dorsal número ocho, Virginia. Gracias a la fortuna por querer que coincidiéramos en algún punto espacio-temporal.