sábado, 12 de febrero de 2011

Para Anna (y sus treinta)

Te pienso y eres violeta. Unas veces roja y otras azul. En ocasiones pasión, a veces calma. A caballo entre la proximidad y la distancia. A medio camino entre las ganas y el temor.

Te pienso y eres un columpio en medio de un prado verde. Eres diversión y tranquilidad, espontaneidad, inocencia, candidez. Unas rodillas rascadas y un rostro sonriente.

Te pienso y eres una llamada a media noche. Un grito de auxilio. Una confidencia nocturna. Una broma tardía. Un te llamo porque sí.

Te pienso y eres un silencio nada incómodo.

Te pienso y eres una humeante taza de café. Un plato de sushi, un gin tonic, unas bravas, un vermut.

Te pienso y eres la mayor de las virtudes. Eres sencilla, fácil, transparente.

Te pienso y eres una casualidad que llegó para quedarse. Uno de los pilares que me sustentan. Una de las patas de mi silla.

Te pienso y eres una carcajada eterna. Una mirada de complicidad, un entendernos sin hablar, un saber que estás ahí.

Te pienso y eres mi niñez y mi adolescencia, mi juventud y -espero- mi edad adulta.

Te pienso y eres un abrazo imperfecto.

Te pienso y eres un hombro perfecto.

Te pienso y eres tú.