jueves, 22 de enero de 2009

De viajera a habitante

Koh Tao sigue agarrándome día a día las raíces. Sigue hincándomelas en su tierra, ahogándolas en su agua, enredándomelas entre peces, mares, soles y piedras. La decisión de hacer temporalmente de esta isla mi casa, está cada vez más consolidada. Es despertarme cada mañana y saberlo, sentirlo, reafirmarlo. ¿Cómo no hacerlo si a alguien que adora el mar y el buen tiempo le das ambas cosas de golpe y le sumas la excusa perfecta para disfrutarlo?

He dado el paso. Ya no sólo de pensamiento –cosa que ya hiciera cuando decidí vernirme para acá en Navidades-, sino también de acto. Ya he iniciado mi curso de Dive Master -el ancla perfecta para mantenerme bien asida a Koh Tao un mínimo de dos o tres meses-. No me lo creo. Hace más de un año que sueño con este momento. Lo curso en Big Blue -el centro que goza de mayor reputación en la isla- y me encanta. Buceo a diario -mañana me voy en un trip de un día entero a ver tiburones ballena-, ayudo en el barco, debo estudiar un montón de materias –entre las cuales, cosas tan fascinantes para alguien de letras como yo, como física, fisiología o medioambiente- y superar ciertas pruebas físicas que incluyen nadar cierta distancia en determinado tiempo. Lo he cogido con ganas. Hacía mucho que quería estudiar algo más –otra carrera, de hecho- y así me saco el mono con algo que encima me encanta. Y si todo va bien, en un par de meses seré dive master certificada. Y podré currar de ello si se me antoja. Como todas esas personas de la isla a las que he envidiado tanto.

Convertirse en habitante supone además otros cambios. Tener piso, por ejemplo, y dejar de pulular por la vida con una mochila a la espalda, de habitación en habitación y de baño en baño. Creo que ya tenemos la casa perfecta aunque todavía no nos hemos mudado. Queda libre el 31 de este mes y si el thai que me la alquila tiene palabra –cosa que pongo en duda-, el 1 de febrero es nuestra. Como anécdota, apuntar que es el bungalow que tenia alquilado Matt el año pasado. Y recoerdo que me encantaba: dos habitaciones, dos baños, cocina y un porche enorme en el que colgar varias hamacas.

Lo que sí tengo ya es moto -Veintinueve se llama- y un pequeño círculo de conocidos -otro de los ingredientes básicos-. A los que ya conociera del año pasado, se suman los que esta vez la vida ha puesto –y pondrá- en mi camino. De momento, ya he conocido al spanish team al completo. Las casualidades quisieron que en mi centro de buceo hubiera una dive master catalana amiga de una amiga y el primer día ya me invitó a su casa a cenar. Y allí estaban todos -o muchos de los españoles que viven en la isla-. A ritmo de Fito y comiendo paella. Estrecharemos lazos en los meses que quedan.

La viajera deja de viajar por un tiempo -si su culo de mal asiento se lo permite-.