jueves, 1 de enero de 2009

Koh Tao, vida nueva


Desde que llegué a Koh Tao -y tras el desconcierto inicial al que ya me refiriera en otra entrada-, volví a sentirla mía. Su atmósfera me envolvió en seguida y su paisaje me invitó a formar parte de él. Y he decidido aceptar la invitación.

Aquí me quedo. Estoy cansada de viajar, de moverme, de avanzar y no se me ocurre mejor lujar en el que anclar mis pies. Al menos, hoy por hoy. Me apetece despertar cada día junto al mar, pasear descalza y en bikini hasta el anochecer, mecer mi sueño en una hamaca, saludar a todos al pasar, bailar sobre la arena de la playa, encontrarme en el bar de siempre con todos sin necesidad de quedar. Me apetece alquilarme una casa. Me apetece tener mi moto para recorrer los 21 kilometros de la isla en un plis-plas. Me apetece decir adiós a mi mochila por una temporada y volver a tener un armario, con sus cajones, sus perchas y demás. Me apetece dejar de estar de paso y pertenecer de nuevo a algún lugar. Volver a tener amigos fijos -o conocidos fijos- y no espontáneos que llegan un día y al siguente se van. Me apetece pararme. Me apetece recuperar algún tipo de rutina. Me apetece simplemtente estar.

Y el gran cambio -de viajera a habitante-, lleva consigo un rosario de cambios más. Una suerte de lista de buenos propósitos de año nuevo que, aunque coinciden en el tiempo con éste, no deben achacársele al 2009, sino simple y llanamente al hecho de estar en Koh Tao. Si hubiera llegado aquí para quedarme en pleno mes de agosto, la lista hubiera existido igual.

1.- Alquilar casa. Ya hemos empezado a mirar. Hay desde bungalows sencillos sin cocina ni nada por 100 euros al mes, hasta casitas de dos habitaciones, dos baños y cocina por unos 240. Estamos en lista -me voy a vivir con un colega español-. De momento, este propósito deberá esperar a que regresemos de Malasia en unos días -vamos a hacernos el nuevo visado tailandés-.

2.- Dive master. Otro propósito que deberá esperar. Me pongo a ello nada más llegue de Kuala Lumpur. Quiero sacarme el título y luego ponerme a trabajar. Necesito probar esta vida, ver si realmente me gusta en mis carnes y dejar de envidiárselo a los demás. Visto a priori, el hecho de vivir debajo del agua, buceando, viendo peces y tiburones a diario y que, encima, te paguen por ello, parece un sueño hecho realidad. Necesito probarlo para saber si mi vida podría ser esa sin mirar atrás.

3.- Moto. Sabía que si quería quedarme aquí una temporadita, debería aprender a ir en moto. Y a pesar de mis miedos por esas máquinas de dos ruedas a las que pensé que jamás sería capaz de controla, ahí estoy, conduciendo a Veintiocho –le he puesto nombre-, por toda la isla. Y me gusta. Mucho. Aunque a veces me entre el pánico ante algún bache, un tramo cubierto de arena o alguna bajada infernal. Este no es el mejor lugar del mundo para aprender a circular en moto. Lo sé, voy con cuidado, pero voy... si quiero quedarme aquí no me queda otra.

4.- Apnea. Hace más de un año que quería hacer el curso de free diving que dan en Apnea Total. Conozco a los dueños hace mucho y demasiada gente me había hablado muy bien de ellos como para ser casualidad. Y me lancé. Hice el beginners sin confiar mucho en mis posibilidades –sobretodo por fumar lo que fumo- y quedé gratamente sorprendida de lo que podía hacer. Bajé a 20 metros de profundidad. No me lo podía creer. Es todo cabeza, pensar que físicamente puedes –lo cual es cierto, el ser humano puede estar varios minutos sin respirar- y seguir bajando, relajado, sin pensar que te estás ahogando, ni los metros que todavía te quedan para llegar. Me ha encantado. Me hago el advance en cuanto pueda compensar normalmente –he tenido problemas con los oídos y no los quiero forzar-.

5.- Reducir / Dejar de fumar. Ligado al punto anterior. Me hacía falta una excusa para abandonar este horrible hábito que hace demasiado que me tiene anclada a él. La apnea es la excusa perfecta. De momento, si exceptiamos fin de año y Navidad, lo estoy llevando a cabo. Y feliz. A ver si lo puedo mantener hasta el final.

6.- Yoga. Desde que aprendiera yoga en India y me comprara mi esterilla y un libro muy bueno sobre la cuestión, quise hacer mis ejercicios cada mañana sin demasiado éxito. Sin una rutina, cambiando cada día de lugar y de habitación, era harto complicado encontrar el momento y la concentración para ello. Pero ahora ya no hay excusas. Cada mañana, antes de desayunar, me pongo media horia. Y la idea es ir dilatando el tiempo cada vez más.

Cuando acabe el año -o mi estancia en Koh Tao, mejor dicho- pasaré cuentas con el 2009 o con la isla. A ver cómo se porta mi fuerza de voluntad.