Es la tercera vez que aterrizo en India procedente de España. Es mi tercera primera cita con este enigmático país capaz de despertar las emociones más dispares: lágrimas, miedo y asombro la primera vez; sonrisas, tranquilidad y más asombro la segunda: y algo parecido a la normalidad (y una pizca de asombro) la tercera. En esta ocasión, la tierra del caos me acoge dócil y serena.
Mi reencuentro has sido como el de los viejos amigos que tras una larga separación se encuentran y descubren, con sorpresa, que nada ha cambiado entre ellos. La India sigue tal y como la dejé; y yo sigo tal y como me dejó ella. Al menos, por lo que nuestra relación se refiere. Sigo adorándola y odiándola a partes iguales. Y ella continúa poniéndome trabas y regalándome momentos inolvidables. La única diferencia es que, esta vez, acojo sus maravillas y sus sinsabores con una naturalidad mucho más desarrollada, fruto de un pasado en común que me lleva a anticiparme a sus -buenas y malas- sorpresas.
A modo de titular y despedida, únicamente decir que hay tantos perros callejeros como recordaba, menos vacas y más cláxones. El calor es sofocante pero no tanto como se había encargado de registrarlo mi memoria. Los indios me siguen con la mirada a todas partes. Y la mierda continua amontonándose en las esquinas.
Mi reencuentro has sido como el de los viejos amigos que tras una larga separación se encuentran y descubren, con sorpresa, que nada ha cambiado entre ellos. La India sigue tal y como la dejé; y yo sigo tal y como me dejó ella. Al menos, por lo que nuestra relación se refiere. Sigo adorándola y odiándola a partes iguales. Y ella continúa poniéndome trabas y regalándome momentos inolvidables. La única diferencia es que, esta vez, acojo sus maravillas y sus sinsabores con una naturalidad mucho más desarrollada, fruto de un pasado en común que me lleva a anticiparme a sus -buenas y malas- sorpresas.
A modo de titular y despedida, únicamente decir que hay tantos perros callejeros como recordaba, menos vacas y más cláxones. El calor es sofocante pero no tanto como se había encargado de registrarlo mi memoria. Los indios me siguen con la mirada a todas partes. Y la mierda continua amontonándose en las esquinas.
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